Sorpresivamente la Fiscalía General de la República decidió reabrir el caso de la menor Katya Miranda, asesinada atrozmente en 1999, en uno de los crímenes que mayor conmoción ocasiono en la sociedad salvadoreña.
La Fiscalía ordenó la captura de 8 sospechosos, incluyendo al abuelo de la menor, Carlos Miranda, que había sido juzgado en 1999 bajo los cargos violación y asesinato, junto con su hijo Edwin Miranda, y sobreseido al final del proceso. La nueva imputación se hace ahora por secuestro al amparo de un testigo criteriado.
Aunque el anuncio y las capturas deben alegrar a la familia de la menor, y especialmente a su madre, que durante casi 10 años ha luchado por que se haga justicia en el caso, lo cierto es que la nueva tesis fiscal resulta de por si bastante incongruente e inverosímil. Y nos es que no se piense que Miranda no puede ser capaz de planificar algo así, ya que a juzgar por sus antecedentes es capaz de eso y varias cosas más.
En la primera investigación iniciada a horas de la muerte de la niña, se hizo todo lo posible por echar a perder la escena del crimen: se movió el cuerpo, no se acordonó el área, no se protegió la evidencia, etc. La actuación o torpe o encubridora de la Policía y la Fiscalía, provocaron que se sobreseyera al principal implicado.
Que después de 10 años, venga el nuevo Fiscal Safie Garrid arrepentido a pedir perdón y reabrir el proceso, cuando ya han prescrito los delitos que pudiesen haberse abierto contra los Fiscales, Policías y hasta personal de Medicina legal que ocultaron y tergiversaron las pruebas resulta un cuento difícil de tragar.
Es dificil saber que ha llevado a que el señor Fiscal, casi al finalizar su período, haya destapado esta madeja. Sobre todo a juzgar por sus declaraciones previas que negaban casi totalmente la psobilidad de reabrir el caso. ¿Presiòn internacional? ¿El cambio de gobierno?.
Esperemos que la investigación fiscal tenga otras evidencias adicionales al testigo criteriado presentado, para evitar las debilidades que tuvo el proceso en 1999 y que han llevado a que casi a diez años no se encuentre nadie condenado por el crimen. Los ojos de una inocente niña cerrados intepestivamente una madrugada de semana santa, vigilan tristes en la llanura y merecen una respuesta reconfortante y reparadora de la justicia. Que no ha sido pronta, ni cumplida...y mucho menos ciega en este caso.
No hay comentarios:
Publicar un comentario